¿A quién llamaréis para que os defienda?







Iván Espinosa de los Monteros dice en un vídeo de tuiter
que a quién llamaríamos para que nos defienda cuando dos quinquis entren a robar a nuestra casa.
Ellos dicen que Abascal, Abascal, Abascal.

Imagino que si entraran a robar en mi casa,
se llevarían la smartTV que usurpé con la contraseña del netflix
y robarían las galletas de mi hija.
¿Qué hija?
Yo no tengo hija.
No me dejan tener hija.
Tampoco tengo casa.
Vivo en una habitación de un piso que comparto con otros que tampoco tienen casa.


Mi vasto dominio es una cama con un sofá y un cojín de meditación.
Tengo suerte de tener un sofá donde puedo ver este tipo de vídeos.
Ellos tienen suerte porque medito en mi cojín por las mañanas y así no me vuelvo puto loco. Y no me da por comprarme una pistola. Ya saben, defenderme a tiros de los que osaran a entrar en mi habitación de alquiler de 4,22 euros por m2.
Toda mi frontera es el gemido de mi compañera,
que parece una sirena de policía cada vez que folla con su novio el dibujante;
el ruido de mi otro compañero obseso de la limpieza,
que desinfecta su habitación de 2 metros sin sofá todas las noches a las 2,
como si su habitación fuera parte de su herida.


¿Cómo podría tener una hija en esta habitación?
Si viviera debajo de la cama, no habría sitio para el monstruo que devora las pelusas.
Si viviera en el armario, la sociedad me acusaría de ser un homófobo.

Yo no tengo hija.
Tampoco tengo casa.
Tampoco tengo novia porque no aprendí a meditar a tiempo pero eso es otra historia.
Pero sí que tengo galletas.
¿Me robarán las galletas?
Son de esas galletas integrales sin gluten,
de esas que nos saben a nada, con pocas calorías.

Las como así,
porque después de todo,
quiero mantenerme en forma;
por si algún día venís a robarme
lo poco que me queda,
poder defenderme yo solo,
sin tener que llamar a nadie, gracias.







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