Como un perro romántico
Como un perro romántico y desgañitado,
después del encierro en la despensa
escapas por la rendija de la jaula
para morderle en el culo a los sultanes.
Y llevas las plumas esmeralda del califato,
guiado por los olores de las estacas
a la mujer anfibia de la túnica de escamas.
-¡Manolito!, llama desde arriba.
Su nombre es la ultima cadena que queda,
arquea el hocico para aullarle
mariposas
porque no quedan más ladridos.
-¿Manuel Molina, recuerdas?
Retornas a la figura humana
con la misma posición enhiesta y dócil,
tus manos todavía adolescentes
moviendo el rabo como entonces
y vuelves a doblar el lomo
anticipando el golpe.
Arqueas el hocico para aullarle
lo que nunca dijiste
pero cerró su balcón para siempre.