Caballos en el atardecer



He domado atardeceres
que venían con galope de aurora
a derramar la cosecha de Septiembre
con su trote de acantilado
a pegar coces en el bazo de la esperanza
que tenía para nosotros.

  Detuve la última caricia de sol sobre el horizonte
y domé a los caballos del atardecer 
con mi látigo de rosas.

Recogí sus herraduras 
para hacer música contra la forja,
retumba el yunque,
 invoca la noche como un martinete
de lo que te quise
 agarrada a mi galope,
a mis crines agarrada.

Yo, que he domado las estampidas 
de los potros que me habitan.

Yo, que he soportado el sello de fuego incandescente
con el que marcaron a los huérfanos como reses.

Yo, que he silenciado el martinete de la fragua
y su lamento de que no era posible
volver a volver a enamorarse.

He domado crepúsculos.

Me he domesticado.

Soy todo un atardecer al galope.


Yo, te derramo mi ultimo canto,
como un alarido,
para silenciar el galope de mi locura.

Pero no pude sostener tu mirada
cuando me pediste que te sujetara la maleta
antes de que cogieras el autobús de larga distancia 
en vez de cabalgar subida a mi grupa de aurora.

Entradas populares