Mi novia es una perra (y tu novio un huargo)

Como un perro desgañitado
después del encierro en la despensa, 
te escapaste por la rendija de la jaula
para morderle en el culo a los sultanes.

LLevaste las plumas esmeralda del califato
a su balcón abierto entre los barrotes,
guiado por los olores de las estacas.

-¡Manolito!, te llama desde arriba.


Porque tu nombre era la última cadena que te quedaba.

Arqueaste el hocico para aullarle mariposas
porque no te quedaban más ladridos.


-¡Manuel Molina Prados, ven bonito! (con silbido)


Entonces,
te haces cuerpo,
con la misma forma enhiesta y dócil,
tus manos todavía adolescentes,
pero moviendo el rabo como entonces,
como el último fotograma de la memoria.


Iba a aullarte lo que nunca te dije,
pero cerraste el balcón para siempre,
porque sólo querías a los animales.


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